viernes, 11 de diciembre de 2009

NOVENTA Y NUEVE… Y...


Han sido nueve meses de embarazo. Noventa y nueve haykus que se han posado, cual gorriones en baranda, en este balcón. Y hoy toca a su fin.

En la oscuridad de mi alcoba, un día, la necesidad me hizo arrancar una piedra de la pared. Un haz de luz penetró por el hueco. Vi mis manos ensangrentadas de arañar las rocas, pero ya no importaba. Me había enamorado de esa luz. Poco a poco el ventanuco se fue haciendo más grande.

Un atardecer pude al fin sacar mi cabeza por el hueco… y… ¡maravilla!... todo un mundo nuevo existía ahí… afuera. Así continué un tiempo. La cabeza… ebria… fuera, el corazón en el alféizar… y mi vértice… dentro.

Mas todo mi cuerpo deseaba asomarse… salir. Hasta que el hueco se hizo de mi tamaño… y en esas estaba cuando apareció en mi vida un hayku: un balcón chiquitito.

Si, cinco sílabas mide su lado izquierdo, siete el frontal y otras cinco sílabas el lateral derecho. Y hacia ese pequeño recinto di un paso. El vértigo me invadió. Con el aliento contenido comprendí el proverbio zen (ni una teja sobre tu cabeza ni un palmo de tierra bajo tus pies). Ahí, suspendido, otro mundo abría sus brazos hacia mí.

Pero el balcón… ¡Ay el balcón de cinco por siete! Es ese volumen de vacío que rompe la verticalidad, que desequilibra. Un balcón es un embarazo en el plexo de la vivienda que nos invita a salir como gorriones, aún con plumón, hacia ese nuevo infinito de nada y aire.

Ese balcón es el hayku… y cuando el dedo señala a la luna, sólo el necio se queda mirando al dedo.

Por eso, con estos noventa y nueve, ha llegado el fin. Ahora… ¡a volar!


PD.: si deseas dejar aquí el cien, es decir tu primer hayku, feliz acogeré en este balcón el aterrizaje del que espero sea el inicio de tus vértigos.

jueves, 10 de diciembre de 2009

con la tormenta
siguiendo su camino

se van las huellas
cinco por siete
qué pequeño es el balcón
mas...¡qué vértigo!
se va la tarde
tras un cielo invernal

volutas de humo
cuando sale el sol
el rocío se va yendo
muy despacito

sábado, 5 de diciembre de 2009

frente a la casa
tres nidos en el árbol
sin cerradura
entre los mundos
caigo por su rendija
al atardecer