Fue el instinto de supervivencia y un par de estambres que heredé de mi padre, el yerbajo, lo que me mantiene asomado entre las rendijas a este desierto de piedra adoquinada y vislumbrar otros yerbajillos con su par de estambres... o sus dos pistilos...
En Euskalherria, hace 58 años, se abrió un paréntesis... y aún hoy no sé si me arrojaron o simplemente nací. Eran tiempos de oscuridad. Luché por crecer cuanto me dejaron. En la desesperada búsqueda de la verdad, descubrí que mis raíces crecen en toda tierra, que un solo mar son los mares y que todas las sendas llevan al corazón humano. Me gusta jugar con letras y con tiempos, que es la mágica manera de sacar de la chistera del azar, flores, conejos y palomas, con los que cruzar los espejos de los sueños.
pues es realmente curioso ir a dar con el
ResponderEliminarconozco muy poco de Hayku, pero los tuyos me parecen magistrales.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Aída
Siempre los pequeños detalles son importantes.
ResponderEliminar....y es que por suerte la primavera florece hasta en los corazones de piedra.
ResponderEliminarSeguro que son mil trece losas exactamente?
ResponderEliminarFue el instinto de supervivencia y un par de estambres que heredé de mi padre, el yerbajo, lo que me mantiene asomado entre las rendijas a este desierto de piedra adoquinada y vislumbrar otros yerbajillos con su par de estambres... o sus dos pistilos...
ResponderEliminarUn abrazo, pistilero.
Es de esas muchas cosas que tenemos en común poder disfrutar de esos pequeños detalles que nos iluminan la vida …besos Iosu
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